MELLIN Y EL RIO
Hola. Buenos días.
Permíteme presentarme. Soy el río Medellín y vengo para saludarte y conversar un rato.
Puede parecerte extraño que me comunique contigo ahora, pero en realidad he vivido
siempre junto a todos los habitantes del Valle de Aburrá y de muchos otros lugares que
también recorro, y siempre a mi manera, a la manera de los ríos, he intentado expresarles
mis sentimientos a los humanos que conozco.
Desde hace algún tiempo tengo unos amigos muy especiales en las Empresas Públicas de
la ciudad. Ellos se han preocupado por mi y están convencidos que yo soy muy
importante en la vida cotidiana de todos ustedes. Ahora mismo se sienten muy
preocupados debido a que me encuentran enfermo, especialmente durante los últimos
años.
Mis amigos tienen un plan para aliviarme y de acuerdo con él van a construir cuatro
plantas de tratamiento que se encargarán de retirar la mayor parte de las sustancias que
me han contaminado. A esto le van a sumar una forma adecuada de recoger las aguas de
desecho de origen residencial e industrial, que se produzcan en la ciudad de ahora en
adelante, a través de un buen sistema de alcantarillado. Además, le enseñarán a todas las
personas cómo deben cuidarme y sin duda, van a lograr mi saneamiento.
Yo me siento muy contento porque mis amigos están haciendo lo que me prometieron. Ya
están construyendo en Itagüí, un municipio muy lindo por donde paso, la primera de las
cuatro plantas de tratamiento que llevará el nombre de San Fernando en honor a un buen
hombre que amaba la naturaleza. La planta va a encargarse de recoger las aguas sucias de
las casas, los almacenes y las fábricas de Envigado, Itagüí, Sabaneta, La Estrella y en el
futuro, tal vez Caldas.
No quiero extenderme más porque ahora vas a leer o alguien va a contarte un cuento muy
bonito que se llama MELLÍN Y EL RÍO. Deseo que le pongas mucha atención porque
ésta tal vez se parece a nuestra propia historia, la mía, la tuya, la de mi ciudad y sus
habitantes. A través de ella, mis amigos pretenden decirte de una manera sencilla cuál es
el proceso que van a seguir para limpiarme en las plantas de tratamiento de aguas
residuales y por qué razón es tan importante que todos me cuiden. Es cierto que son ellos
quienes van a sanearme, pero deseamos que no te contentes con verme todos los días,
también necesitamos que me conozcas y me ames como yo lo hago contigo.
Tu amigo de siempre,
El río
MELLÍN Y EL RÍO
Por: María Isabel González
Hace muchos años, a un hermoso valle rodeado por montañas muy altas, llegó un alegre
niño acompañado por sus familiares y amigos. Ellos llamaron a la región Valle de Aburrá
y les agradó tanto que decidieron quedarse a vivir allí por siempre.
El niño de nuestra historia se llama Mellín y desde el mismo momento en el cual observó
por primera vez el valle, quedó encantado con la idea de que aquel sitio se convirtiera en
su nueva vivienda, porque había árboles que no sólo le daban belleza y sombra al lugar,
sino también grandes frutos que él podía alcanzar y comer cuando lo deseaba. Además,
muchas aves se posaban siempre sobre las ramas de los árboles, cantando alegres para
recibir un sol esplendoroso que salía en las mañanas y disfrutar su calor durante el día.
En el valle, las flores eran generosas en tamaño y colorido; verdes plantas de muchas
tonalidades las acompañaban y debajo de ellas había un gran mundo de seres vivientes
que sin duda eran felices en medio de tanta abundancia y esplendor. Los animales
convivían en paz con Mellín y sus amigos, compartiendo juntos su vida con la naturaleza.
Y como si no fuera suficiente, lo más importante de todo era que en ese lugar hermoso
tenían un río inmenso y vanidoso, el río Medellín, que recorría el valle cumpliendo
muchas funciones, la más importante garantizar la vida de los habitantes del lugar porque
calmaba su sed, además de proporcionar alimento a plantas y animales. También,
alegraba la vida de todos con su hermoso canto y les ofrecía un sitio para jugar. Otras
veces los transportaba rápidamente de un lugar a otro del valle y, junto con el sol,
fabricaba las nubes que servían de regadera a los que no podían acercarse a él para beber
de sus aguas.
El río se mostraba siempre orgulloso por ser tan útil y hacer tanto bien a todas las
criaturas, no sólo a las que vivían en el valle, sino a las miles y miles que habitaban sus
abundantes aguas, una variedad infinita de peces de agua dulce, ranas, renacuajos, sapos y
culebras, matas de todas las clases, hongos, algas y raíces. Además, se sentía orgulloso
porque innumerables quebradas que nacían en los montes, pasaban por el valle y lo
alcanzaban en distintos sitios de su tramo, y a medida que iban llegando lo hacían mas
fuerte y caudaloso.
Durante sus primeros años, Mellín era inquieto y travieso y se sentía atraído, como todos
los niños y niñas, por el mundo que lo rodeaba. Deseaba jugar siempre y con frecuencia
lanzaba al agua hojas de cualquier árbol para que la corriente las arrastrara, luego
intentaba alcanzarlas y corría por la orilla, tan rápido como le era posible, pretendiendo
competir infructuosamente con las aguas de aquel hermoso río.
El Valle de Aburrá era tan especial que la noticia de su hermosura le llegó a muchas
personas en diferentes y lejanos sitios, a quienes les agradó tanto la idea de vivir allí, que
varios de ellos se trasladaron. Con la llegada ilimitada de gente las condiciones cambiaron
sustancialmente, los refugios en donde se guarecían por la noche no fueron suficientes,
necesitaron más comida y además comenzaron a cambiar comestibles entre ellos, se
idearon la manera de fabricar objetos útiles y poco a poco se llenaron de muchas y
diferentes necesidades. Pensaron entonces en construir un lugar seguro y duradero para
vivir. Así tuvieron que cortar los árboles para utilizar la madera y, en algunas partes,
dispusieron del espacio para sembrar ellos mismos las plantas que les gustaba comer y
que ya no eran suficientes; cazaron animales para consumir su carne y utilizar sus pieles,
y empezaron a criar otros en sus casas con el mismo fin; fabricaron canastas, telas para
cubrirse y muchas otras cosas con los productos que la naturaleza les ofrecía. Dichos
inventos fueron buenos pero fue inevitable que de su fabricación resultaran desechos. Al
principio fueron amontonados en distintos sitios, pero muy pronto se convirtieron en un
problema porque alteraban la belleza del paisaje; se veían feos, se dañaban, causaban mal
olor y ocupaban inútilmente el espacio.
El tiempo pasaba y Mellín y sus amigos y amigas crecían, y con ellos también los
desechos resultantes de todo lo que hacían. Un día, al ver la continua repetición de la
inocente competencia que los niños seguían realizando con el río, y observar que andaba
más rápido que ninguno y que después de recorrer el valle viajaba a lugares lejanos que
ellos desconocían, creyeron que podían pedirle que se llevara con sus aguas de claras y
fuertes corrientes, todo lo que no les servía. Entonces, una tarde echaron en él los
desperdicios de la comida y el río se los llevó. Otro día le botaron excrementos, y después
le sumaron restos de árboles en descomposición, luego pinturas y también químicos y
jabones cuando los inventaron. Así transcurrió el tiempo, al principio les pareció que el
río en su silencio aceptaba todo lo que hacían y pensaron, por eso, que nada estaba
ocurriendo en su interior.
Pues bien, un terrible día, el río amaneció enfermo de muerte. Sus aguas tenían un color
oscuro y como estaban densas y turbias el río se movía lento y pesado, como un viejo
moribundo, triste y cansado. Estaba silencioso, ya nadie escuchaba su dulce canto de
antes cuando pasaba sobre las piedras y caía desde las alturas. La vida abandonó la orilla
del río y en remplazo de los árboles que antes dejaban caer sus ramas que se agachaban
hasta tocar el río, sólo quedó la basura. Hubo temporadas en las que se vio tan enfermo
que sólo un pequeño hilo de agua pasaba por el que antes había sido un ancho cauce. Se
tornó inestable, porque en otras épocas se salía de sus límites incapaz de controlar el
ímpetu de sus caudales, inundaba los cultivos y las viviendas de todos aquellos que
presenciaban su enfermedad sin comprenderla. Fue tan dura y difícil su situación que las
plantas, los peces y demás animales que lo habitaban fallecieron y los que lograron
sobrevivir tomaron la decisión de marcharse definitivamente. Hasta las bacterias, unos
diminutos seres encargados de comerse los desechos del río, se murieron porque había
tanta basura y mugre que les faltó el oxígeno necesario para vivir.
Lo que le pasó al río fue horrible, pero no fue mejor la suerte de aquellos que vivían en el
valle. Cuando el río enfermó, el sol quiso expresar su molestia aumentando su calor, el
viento lo apoyó en su protesta y sopló con desgano convirtiendo el valle en una zona
acalorada, sin brisa fresca. Las aves, las ranas y las liebres, al igual que otros animales
que resistieron a pesar de la sequía, abandonaron el lugar para buscar mejores sitios.
Como los árboles no pudieron moverse ni escapar, los bosques quedaron convertidos en
grandes cementerios de tierra desierta y ya sin ellos las tempestades arrastraron el suelo
de las montañas. Todo fue un caos.
Mellín y sus amigos y amigas habían crecido. Sus rostros reflejaban el mismo color
enfermizo del río, su caminar era lento y pesado como viejos moribundos, cansados y
tristes. Estaban silenciosos, ya sin deseos de cantar ni jugar. Se volvieron malhumorados
y no podían controlar sus emociones, y a pesar de que necesitaban tener amigos, peleaban
y discutían todo el tiempo quedándose irremediablemente solos a pesar de vivir en el
mismo sitio. Todo porque el medio que los rodeaba era feo, desolado y triste. Se sentían
acalorados la mayor parte del tiempo y como el agua necesaria para calmar la sed era
escasa, el trabajo les resultaba más difícil y estaban expuestos a muchos peligros.
Tan mala era su situación, que al principio no se dieron cuenta que su enfermedad era la
misma del río y que ellos y la naturaleza entera se estaban muriendo con él. Mientras
tanto, seguían llegando al valle más personas que construían sus viviendas, tumbaban más
árboles, mataban otros animales y quienes muy pronto crearon las industrias.
Cuando ya era un hombre adulto, Mellín encontró su compañera entre los habitantes del
valle, ya muy numerosos. Se casaron y tuvieron hijos, y tanto él como su esposa sentían
que a pesar de que se amaban, lo compartían todo y trabajaban duras jornadas, no tenían
mucho para ofrecerles porque siempre estaban tristes y cansados, como si una enfermedad
permanente los aquejara. Vivían el día, pero carecían de sueños y de ilusiones y la verdad
poco les importaba lo que sucedía a su alrededor.
Al regresar a casa después de un duro día de trabajo, Mellín encontró muy preocupada a
su esposa porque una de sus hijas aún no había llegado del colegio. Mellín fue a buscarla
y la encontró sola jugando con una lata vacía en la sucia orilla del río Medellín.
Casualmente era el mismo sitio en donde años antes Mellín había experimentado tanta
dicha apostándole carreras al río. El recuerdo de días tan felices invadió la mente de
Mellín y con él vino también la imagen de un río hermoso que hacía parte de un medio
natural acorde con su belleza. Fue entonces cuando se dio cuenta que su vida interior, es
decir, sus pensamientos y sus sentimientos, eran iguales a lo que él estaba viendo en ese
momento y comprendió que por irreflexión, sin quererlo, él, su familia, sus amigos y
todos los habitantes del valle, habían ocasionado semejante daño.
Mellín citó de inmediato a sus amigos para una reunión. Ellos que ya habían perdido por
completo cualquier ilusión recibieron con extrañeza esa invitación, sin embargo,
asistieron por tratarse de quien fuera en la niñez un amigo especial. Se reunieron una
noche después del trabajo y Mellín les contó muy emocionado la experiencia que había
tenido y todos los que habían vivido en el valle durante aquella linda época compartieron
con Mellín el mismo sentimiento. Estudiaron con juicio la situación y concluyeron,
después de discutirlo mucho, que el río estaba enfermo al igual que ellos y que por lo
tanto debían buscar un médico para curarlo.
Recorrieron diferentes lugares y buscaron en muchas partes, consultaron científicos y
especialistas, al principio, sin mayores resultados. Finalmente, después de mucho
preguntar, en el mismo Valle de Aburrá encontraron al doctor Salomón un ingeniero,
médico especializado en ríos enfermos.
Cuando se reunieron por primera vez con el doctor, Mellín fue el encargado de contarle la
gran preocupación que sentían por el enfermo. Sin ahorrar palabras se refirió a los
recuerdos que le quedaban de la infancia entre los que aparecía un río limpio ubicado en
un medio en el cual la vida brotaba para todos. Después le narró la forma cómo habían
maltratado al río ofreciendo excusas por su ignorancia, y finalmente, antes de solicitar su
ayuda, Mellín le explicó al doctor en qué forma descubrieron que ellos padecían la misma
enfermedad del río.
El doctor Salomón escuchó a Mellín con mucha atención y cuando él terminó de hablar
permaneció en silencio, muy pensativo. Todos lo miraron ansiosos y finalmente cuando
se dirigió a quienes estaban presentes, aceptó gustoso la idea de tratar al río Medellín,
porque también era su río. Les contó que desde tiempo atrás venía estudiándolo y
examinando sus aguas. En realidad, él ya tenía gran parte del trabajo adelantado. Para
comenzar el tratamiento el doctor puso una condición muy importante para Mellín y
todos los habitantes del Valle de Aburrá: nadie podía volver a tirar desechos al río. Él se
encargaría personalmente de enseñarles lo que debían hacer con ellos. Sin dudarlo un
instante, todos los habitantes del valle aceptaron la condición del doctor Salomón, y
estuvieron de acuerdo en que él liderara el proceso de recuperación del río.
Días después se reunieron nuevamente y el doctor Salomón les propuso la construcción
de un hospital para ríos enfermos. De acuerdo con su idea, el hospital se llamará “Planta
para el tratamiento de aguas residuales o enfermas”, y se encargará de recoger las aguas
sucias que salen de las casas, el comercio y las industrias, para limpiarlas antes de caer al
río. Sobre unos planos en los cuales tenía dibujado lo que será el hospital, el doctor les
mostró las secciones que tendría, con sus funciones básicas:
Sección Número 1: HOSPITALIZACIÓN
El primer paso para la curación, será la hospitalización del enfermo. Las aguas sucias se
internarán en el hospital. Para lograrlo será necesario instalar dos tipos de tuberías de
alcantarillado: los Colectores, que recogen las aguas residuales, llenas de desechos, que
caen a las quebradas; y los Interceptores, que van paralelos al río y que reciben las
descargas de los colectores. Todas estas tuberías transportarán las aguas sucias hasta la
planta de tratamiento para que no contaminen más el río Medellín.
Sección Número 2: URGENCIAS
Cuando el agua esté en el hospital, será muy importante proporcionarle rápido alivio
porque llegará muy cargada con materiales pesados que la agobian. El doctor Salomón
comenzará el tratamiento haciéndola pasar por una reja que la liberará de las cosas más
grandes que la enferman, como ramas, botellas, trapos y piedras.
Sección Número 3: DESARENADORES
Como los tubos de alcantarillado que transportan el agua sucia hasta la planta, van por
debajo de la tierra, y el agua no sabe subir escaleras, el hospital contará con unas
máquinas llamadas bombas que la empujarán hacia arriba, después de pasar por la reja de
urgencias. Allí, el agua tomará otro camino hasta llegar a unos grandes embudos llamados
Desarenadores, encargados de quitarle la arena que seguramente le da rasquiña, no sólo al
agua sino también a los tubos y equipos médicos que la van a sanar.
Sección Número 4: SEDIMENTADORES PRIMARIOS
Hasta aquí el trabajo habrá sido muy duro. Por eso, el doctor recomienda descanso, total
quietud, en unos tanques grandes y redondos que él llama Sedimentadores Primarios.
Allí, mientras reposa y duerme, lo más pesado se va al fondo del tanque y lo más liviano
como las grasas, aceites y espumas, flota. Un aparato que gira lentamente se llevará a otro
lugar estas cosas feas del agua que luego le serán extraídas definitivamente con unas
bombas especiales. Mientras le hacen esa limpieza tan grande, es normal que el agua
despida muy mal olor. Por eso, le colocarán una tapa inmensa a los tanques liberándola de
los desagradables olores.
Sección Número 5: REANIMACIÓN DE BACTERIAS
El doctor Salomón, conocedor de las técnicas más recientes en medicina para ríos
enfermos, ha propuesto otra idea grandiosa: revivir las bacterias que se comen la mugre
normal de los ríos. En la planta, se les dará respiración artificial con unas máquinas
especiales llamadas sopladores. Así volverán a vivir, se multiplicarán muy rápido y se
unirán a Mellín y a toda su comunidad en la tarea de salvar su hermoso río.
Mellín ha tenido mucho trabajo últimamente. Todos los días llega tarde y muy cansado a
su casa, pero muy satisfecho porque tanto él como el doctor y sus amigos, están poniendo
su máximo esfuerzo para brindarle salud al río. Cuando Mellín tiene la oportunidad de
hacerlo, conversa con otras personas de su ciudad para explicarles lo que están haciendo
por el río y comprometerlos en esta cruzada por la vida. Es cierto que hay dudas sobre la
curación total, pero es tan grande el amor que Mellín tiene por el río que, en muchas
ocasiones sueña que compite con las aguas de un río limpio y caudaloso y que después de
mucho correr se baña en él para refrescar su cuerpo, al igual que lo hizo tantas veces,
cuando era un niño feliz.
Sección Número 6: SEDIMENTADORES FINALES
En esta sección, se permitirá que el agua repose por segunda vez, en otros tanques
denominados Sedimentadores Finales, para que pueda separarse de la incómoda
compañía de los lodos. Una vez separados el agua estará prácticamente descontaminada y
lista para volver a su casa en donde bajo cuidados especiales y visitas continuas del
doctor, seguirá mejorando poco a poco si no la contaminamos de nuevo.
Sección Número 7: DIGESTORES ANAERÓBICOS
El conocimiento que el doctor Salomón tiene sobre los ríos enfermos y su tratamiento por
la vía de la hospitalización, lo han convertido en un hombre práctico, sencillo, que sabe
aprovechar al máximo todo lo que tiene. Por eso cuando termine de limpiar el agua, va a
juntar todo el lodo que retiró en el recorrido de las secciones anteriores, para conducirlo
hasta una batidora llamada centrífuga, encargada de volver esos lodos más espesos y
quitarles parte del agua que aún pueda quedarles. Después los conducirá, hasta unos
enormes tanques con forma de huevo, llamados Digestores Anaeróbicos. Allí con la
ayuda de las bacterias les quitará la mugre, reducirá el mal olor y los convertirá
finalmente en gas metano, es decir, en energía que se aprovechará para limpiar las aguas
del alcantarillado que sigan entrando al hospital del río. De esta manera se ahorrará un
poco de energía y disminuirán los gastos del tratamiento.
Después de todo este proceso, quedará algo de lodo en el hospital, será llevado entonces
hasta otras centrífugas en donde le sacarán más agua para juntarlo finalmente con
aquellos elementos atrapados en las rejas y en los desarenadores, y enterrarlos luego con
las basuras que se producen en el valle y que antes Mellín y sus amigos tiraban en el río.
Estar tan comprometidos con el tratamiento del río le ha enseñado a Mellín y a sus
amigos, entre otras cosas, que todo puede ser útil si se usa adecuadamente. Aprendieron
que algunos desperdicios pueden convertirse en abono para las plantas o comida para los
animales y otros en material para fabricar nuevas cosas. Conocieron así los secretos del
reciclaje.
Cuando concluya el saneamiento del río, los habitantes del Valle de Aburrá van a sentirse
dichosos. Ellos han sufrido mucho con su enfermedad y aprendieron que atentar contra
cualquiera de los seres de la naturaleza es atentar contra sí mismos, y que si todos se unen
para cuidar el río y sus quebradas, la vida será sana y muy agradable. Entendieron la
lección.
Ahora todos, al igual que Mellín, sueñan con que algún día el río sea lo que fue cuando
eran niños, cuando el río era un manantial de vida y de bienestar. Por eso se han
comprometido, sin reservas, con su descontaminación.
Por María Isabel González