MEDIACIÓN FAMILIAR Y COMUNITARIA – EL MODELO RELACIONAL
SIMBÓLICO
CONGRESO INTERNACIONAL JUDICATURA, MEDIOS ALTERNOS DE
SOLUCIÓN DE CONTROVERSIAS Y ALIENACIÓN PARENTAL
Morelia, Mayo 29 y 30 de 2015
María Isabel González
INTRODUCCIÓN
Desde la década de los setenta, se han destacado los méritos de procesos
alternativos para la resolución de conflictos, específicamente la mediación familiar
y comunitaria, por lo que ella se ha venido incorporando cada vez con mayor ahínco
en diferentes escenarios. Así mismo diversas profesiones hacen su aporte para la
intervención en distintos conflictos que hacen parte de la naturaleza humana y son
inherentes a las relaciones entre grupos y personas. El trabajo interdisciplinario
entre jueces y psicólogos, ha dado origen a otras intervenciones clínicas como la
Consultoría Técnica de Oficio (CTO), practicada en Italia por psicólogos que reciben
el encargo de los jueces y magistrados en los tribunales (Gennari, Mombelli,
Pappalardo, Tamanza y Tonellato 2014).
Diversas culturas han intentado incorporar la mediación a sus prácticas de
resolución de conflictos. Es el caso de Latinoamérica, Asia y África. Otros países
como Japón, tienen una amplia trayectoria en la utilización de estrategias
mediacionales. De hecho, la restauración o en su defecto, la creación de la armonía
entre las partes, favorece mejores relaciones y permite por consiguiente, continuar
asumiendo responsabilidades compartidas.
* Psicóloga, Ph.D. Terapeuta Familiar. Directora del Programa de Psicología y de la Maestría en Mediación Familiar y Comunitaria de la Universidad del Rosario de Bogotá.
Para González (2008), Colombia ha sido reconocida históricamente como
uno de los países con mayores índices de violencia. El conflicto armado es quizás
uno de los responsables de ello (20%) pero también se presenta en la vida diaria de
los colombianos, bajo la forma de violencia intrafamiliar, riñas, accidentes de
tránsito, etc. (80%)1. Los índices de pobreza, desempleo, inequidad, falta de
oportunidad, etc., son francamente representativos de esta violencia generalizada y
ello se refleja claramente en gran medida en la familia colombiana.
Por lo anterior, el hogar del colombiano puede ser un contexto al que se
extiende el conflicto, hasta el punto de establecer un círculo vicioso, autogenerador
de conductas violentas. Esto permite que haya situaciones de abuso de poder, de
maltrato físico y psicológico, denominadas “violencia intrafamiliar”. Su presentación
es tan heterogénea como su etiología y en el momento histórico actual, puede
observarse la evidencia de un perfeccionamiento extralimitado de las conductas
violentas, lo que se constituye en una alarma para iniciar una verdadera búsqueda
de soluciones; de alternativas viables y confiables que aumenten la probabilidad de
intervenir eficazmente sobre este fenómeno socialmente destructivo.
Dentro de las innumerables formas de violencia que se han trasladado a la
familia Colombiana podría incluirse la Alienación Parental. De hecho, en un estudio
realizado en la ciudad de Bogotá por Tapias, Sánchez y Torres (2013), se encontró
que 263 funcionarios de diferentes instituciones, profesiones y género sexual de
Bogotá, han observado indicadores de esta problemática familiar. Para ellos, esto
hace indispensable la prevención e intervención de procesos como guarda y
custodia, divorcio, denuncias de delitos sexuales y exhorta a un nuevo enfoque para
intervención y prevención de la alienación parental en Bogotá.
Por esta razón y porque considera urgente la intervención y el aporte de la
Psicología, la universidad del Rosario, conjuntamente con la Universitá Cattolica del
Sacro Cuore de Milán, desarrolló en Bogotá una Maestría en Mediación Familiar y
Comunitaria que por primera vez se planteó desde Psicología y no desde el ámbito
jurídico y que graduó en 2009, 27 mediadores de las Casas de Justicia del Distrito
1 De acuerdo con datos suministrados por la Policía Nacional Colombiana
de Bogotá, con importantes implicaciones respecto al proceso de mediación y a los
logros que con ella se obtienen.
En términos generales podemos decir que la mediación es un proceso en el
cual una tercera persona, llamada mediador, asiste a las partes implicadas en el
conflicto hacia la negociación y la toma racional de decisiones. El mediador dista de
tener poder coercitivo sobre las partes y por consiguiente, no impone, ni juzga, ni
arbitra, ni aboga por ninguno de ellos. La mediación, ha sido históricamente, una
estrategia utilizada por juristas y la negociación y la conciliación por juristas y por
jueces en las cortes. La primera con un carácter privado y las otras dos con un
carácter público y legal.
Por su parte, la Consultoría Técnica de Oficio realizada en Italia bajo el
modelo relacional, se define como “Un proceso evaluador de la situación familiar
que debe ofrecer al juez, elementos de conocimiento y de comprensión, útiles para
decidir respecto a la reglamentación de la crianza de los hijos, según el preminente
interés de los hijos” (página 40).
Teniendo en cuenta todo lo anterior, éste artículo se estructura en tres partes.
En la primera se describe el marco teórico del Modelo Relacional Simbólico, en la
segunda el proceso de divorcio acorde con el mismo modelo y su postura frente al
Síndrome de Alienación parental, objeto del presente Congreso y por último, las
alternativas planteadas para el manejo del conflicto intrafamiliar. Todo lo anterior
con el fin de brindar a los presentes en dicho evento, puntos para la reflexión y
discusión posterior sobre una óptica que quizá los complementa con nuevos
elementos y distinta mirada.
EL MODELO RELACIONAL SIMBÓLICO DE MILÁN
La mediación familiar y comunitaria constituye, desde hace más de quince
años, un sector de estudio, de investigación y de formación de un grupo de
estudiosos del Centro de Estudios e Investigaciones sobre la Familia de la
Universidad Católica de Milán, que trabajan en el proyecto y la conducción de
cursos para Licenciaturas Especializadas y en la realización de un Master
universitario de segundo nivel.
En estos años han desarrollado un modelo de mediación (Marzotto, 1999;
Bramanti, 2001; Tomisich, 2001; Cigoli, Scabini, 2003; Tamanza, 2003) gracias al
atento trabajo llevado a cabo en el sector científico y operativo y al diálogo con
psicólogos y sociólogos, italianos y extranjeros, poniendo especial atención al tema
de la generatividad, familiar y social. El horizonte teórico «relacional» es el que
utilizan para observar y/o intervenir en las relaciones familiares, comunitarias y/o
sociales y ha sido su punto de partida para tratar de construir un modelo de
mediación que - como todos los modelos – está constantemente sometido a la
verificación empírica. Es un modelo que sufre muchas contaminaciones, resultado
del aporte de una considerable red de contactos con varios centros de mediación
en Italia y en el extranjero.
Llevar a salvo la afiliación después de un conflicto o una ruptura, se puede
considerar la misión de las intervenciones de mediación en la familia y en la
comunidad. Este proceso, que es esencialmente simbólico, absorbe individuos y
grupos en la difícil tarea de distinción y conexión que muchas veces no consigue
realizarse sin utilizar instrumentos adecuados.
La reflexión teórica sobre la familia.
Todos los autores llaman mediación familiar a la práctica en la que un tercero
favorece la realización de acuerdos entre una pareja en conflicto, sin embargo,
Los mediadores profesionales trabajan directamente en el Servicio de Psicología Clínica para la Pareja y la Familia y en el laboratorio de Investigación sobre los Procesos de Mediación (bajo la dirección científica de Vittorio Cigoli) de la Facultad de Psicología de la Universidad Católica de Milán.
El Master en «Procesos de mediación familiar y comunitaria» contribuye a la oferta formativa de la Alta Escuela de Psicología «Agostino Gemelli», dirigida por la Prof. Caterina Gozzoli.
Los resultados de la reflexión se presentaron durante el Congreso Internacional «Regenerar las relaciones.
La mediación en las relaciones familiares y comunitarias», que tuvo lugar en Milán el 5 de febrero de 2004, y han sido publicados en el volumen n°20 de Estudios interdisciplinarios sobre la familia (Scabini, Rossi, 2003).
Se está haciendo referencia a la red de intercambios realizada por los miembros activos del Instituto Kurt Bösh de Sion, gracias a la cual se ha podido realizar un master europeo en mediación.
Algunos operan sobre el conflicto, sin tener una representación análoga de la familia
y no todos persiguen los mismos objetivos.
El horizonte relacional-simbólico es una forma de construir un paradigma que
ofrezca líneas útiles para organizar la investigación sobre las relaciones familiares
e intervenciones sobre estas relaciones en términos clínicos y sociales.
Se cree fundamentalmente en el valor del vínculo, de las relaciones como el
origen de la mente y en que la persona es un haz de relaciones biológicas, histórico
culturales y familiares, entendida en sentido generacional y de intercambio entre
más generaciones.
La familia es una estructura que organiza relaciones, que conecta y vincula
entre ellas las diferencias originales y fundamentales del ser humano, entre géneros
(masculino y femenino), entre generaciones (quien genera y es generado) y entre
estirpes (genealogía materna y paterna) y que tiene como objetivo intrínseco la
generatividad. Esta no se entiende como reproducción sino como generación de
mentes-personas que se ofrecen al mundo de las relaciones sociales. La capacidad
para generar, diferencia al ser humano de las otras especies, en la medida en que
permite a dos personas provenientes de culturas diferentes, con las herramientas
que se han generado dentro de ellas, crear una nueva cultura propia, que lleva
impresas sus características.
La familia es por lo tanto, un encuentro entre estirpes e historias de vida
atravesadas por necesidades, sistemas de valores, tensiones, ideales, conquistas
y fracasos de sus miembros y justamente por su naturaleza, orientada a conectar
diferencias, es por esta razón, que en su estructura de base, está marcada desde
su origen por el conflicto o por el drama, como prefieren llamarlo Cigoli y Scabini
(2007).
La generatividad es el resultado del buen funcionamiento de tres principios
que caracterizan lo familiar: organizativo, simbólico y dinámico.
Principio organizativo: califica la identidad de la familia, es el organizador
relacional con la tarea de mantener juntas las diferencias del humano,
potencialmente conflictivas. La generatividad familiar se realiza en la medida en que
sus miembros logran tratar y gestionar productiva y positivamente, la diferencia
entre géneros, generaciones y estirpes, es una tarea que reúne cada vez más
personas y más generaciones y que se representa en cada nuevo nacimiento.
Dentro de este esquema, la pareja representa la posibilidad de un nuevo nacimiento
de los vínculos y ejerce la función de mediación frente a las estirpes anteriores.
Cuando la pareja no logra funcionar como dispositivo de mediación generacional,
resulta un espacio caótico que conduce a la inhibición de la generatividad y en este
caso fracasa también la mediación frente a lo social.
Desde el punto de vista familiar, el paso más importante que debe dar la
pareja respecto a las generaciones anteriores, es la adquisición de poder parental
y el ejercicio de su función, jugándose su identidad. La relación conyugal y parental,
significa un nuevo nacimiento de relaciones y una verdadera mediación, si la pareja
sabe distinguirse de las generaciones anteriores y si sabe tener una posición de
continuidad innovadora, reconociendo y transformando el patrimonio recibido.
Los peligros en la ejecución de la distinción están en la contra dependencia
de la pareja en la que ella se coloca distante y diversa de las familias de origen,
como si fuera un inicio absoluto, sin raíces y sin orígenes, impulsando a los hijos a
vivir relaciones aisladas y rencorosas. El otro peligro, lo constituye la pasividad de
la pareja que se deja englobar en las dinámicas de posesión de una u otra familia
de origen sin ejercer su rol mediador e impulsando a los hijos a vivir relaciones
confusas e indistintas.
Principio Simbólico: es la característica específica de la generatividad, su
sustento, es la estructura latente del sentido que sujeta y da linfa a la relación entre
géneros, generaciones y estirpes. Símbolo es lo que vincula y conecta partes
diferentes entre ellas.
Las cualidades básicas que califican las relaciones familiares son afectivas y
éticas. Constituyen la estructura que soporta la relación de pareja (lo conyugal), la
relación padres-hijos (el parentesco) y la relación entre las estirpes (lo
generacional). El afecto implica la presencia del otro que impacta y suscita
emociones, es por su naturaleza relacional, califica la relación y la provoca. La ética
regula la relación en la medida en que representa el querer y deber de respetar el
valor de la relación.
Las cualidades simbólicas son: Confianza, esperanza y justicia.
Confianza: es la fuerza constitutiva del desarrollo humano y el elemento
fundamental para la constitución de la relación social. Sólo el crédito de confianza
frente al otro, puede producir acciones cooperativas.
Esperanza: expresa una tensión relacional, una espera, algo que se proyecta
en el tiempo, un augurio y una promesa de bien que coincide con el positivismo de
la vida. Es solo en un clima de esperanza y de confianza que las personas, adultos
y niños, pueden desarrollarse, proyectar, tener el deseo de conocer y de invertir
afecto y energía en el otro. La esperanza es una reserva de la estructura familiar,
con la que puede contar en sus transiciones críticas y a la cual puede acudir en los
momentos de prueba.
Confianza y esperanza, expresan el polo afectivo de las relaciones familiares
y son una virtud.
Justicia: preside los intercambios, se aplica a las acciones y a los agentes de
las acciones. Es una idea reguladora que dirige al actuar. Boszormenyi-Nagy y
Spark (1983) hablan de una justicia distributiva, ligada al destino y a lo que se
hereda de las generaciones anteriores y de una justicia retributiva, dada por el
balance entre dar y recibir en el cambio generacional. Estos autores subrayan
también la lealtad, como un compromiso preferencial frente a las personas a las
cuales se está ligado por un vínculo primario.
Así como la confianza y la esperanza se constituyen en el polo afectivo de la
relación familiar, la justicia y la lealtad, conforman el polo ético. La presencia de los
dos polos orienta y regula los afectos y al mismo tiempo introduce al frío aspecto de
la justicia, el aspecto erótico y del amor.
Principio dinámico: se refiere a la dinámica que mueve las relaciones
familiares, entre géneros, generaciones y estirpes, nutridas por la confianza, la
esperanza y la justicia, que circula dentro de acciones específicas que se conectan
unas con otras (relaciones), identificadas como dar, recibir e intercambiar. La
generatividad en este caso, es el producto de un movimiento circular entre dar,
recibir e intercambiar. En este caso se da la degeneratividad cuando el movimiento
se rompe y se detiene, cuando se da sin conciencia de recibir o sin impulso para
intercambiar.
Se da, no solo para recibir, sino para que el otro de a su vez y esto es posible
si actúa un proceso de identificación con la fuente del don y se interioriza el
patrimonio. Para transmitir la vida física y psíquica a una nueva generación, los
jóvenes padres deben haber tenido la posibilidad de identificarse como hijos con
fuentes benéficas representadas por los padres o por figuras de la familia ampliada.
El intercambio en las relaciones familiares consiste en dar-ofrecer al otro
aquello de lo cual tiene necesidad, lo que se sostiene con la confianza y esperanza
de que el otro intercambiará un equivalente simbólico en el momento oportuno, lo
que supone que la restitución, puede darse en el transcurso de las generaciones
sucesivas y como participación en el mundo social y comunitario y no
necesariamente en el transcurso de la vida individual.
EL DIVORCIO
Para Scabini y Cigoli (2000, 2003, 2006, 2012), la pareja realiza cuando se
casa, un pacto explícito, público, que expresa su deseo y su compromiso de
permanecer juntos durante su vida y un pacto secreto desconocido para ambos,
que entrelaza sus necesidades, deseos, esperas, temores más básicos y que se
relaciona con la historia personal de cada uno y con su personalidad.
Para los autores, el pacto de pareja se ve atacado por el divorcio, en ambos
niveles y determina el tipo de divorcio que se produce por: 1. Fracaso del pacto:
en éste caso en el divorcio se ataca y se destruye recíprocamente (el odio sirve de
pegante en la relación); 2. Se agota la tarea: el vínculo cumplió con su deber de
dar respuesta a las necesidades y esperas de cada uno y no pueden replantearlo.
En éste caso ambos aceptan el fin o pueden sufrir y dañar como en 1 pero pueden
acceder al otro padre y a su familia; 3. Evento desconcertante: un evento cambia
de improviso la naturaleza de la relación (un nacimiento o el descubrimiento de que
el vínculo no es exclusivo), en éste caso se culpa al otro, se le confunde o se le
atribuyen defectos; 4. Debilidad del Compromiso: no pueden enfrentar las crisis a
las que se expone la relación de pareja, reivindican el derecho a sus propias
emociones con superficialidad e indiferencia.
El divorcio adquiere sentido dentro de una historia relacional y encuentra en
su contexto cultural su legitimación (a través del derecho) o sus restricciones. Es un
evento que implica a cada persona, a la pareja, a las familias de origen y al contexto
sociocultural al cual se pertenece. Tiene síntomas en el tiempo y trasciende la vida
de la pareja, va más allá en el tiempo. Cuando la pareja no elabora su final, es para
siempre: cada nuevo evento en la vida del otro, revive el dolor, la rabia y la añoranza.
El divorcio es también un vínculo (3), independiente de cada uno de los
miembros de la pareja (1 y 2), y se da dentro de un territorio relacional en donde
puede ocurrir que ante la carencia de fuentes benéficas (como el reconocimiento
del otro, la atribución de valor, el perdón y la reconciliación), el conflicto entre las
fuerzas degenere en odio y angustia que permean todo el territorio, se produce rabia
y una gran herida por la pérdida, cinismo hacia el vínculo, terror por el fracaso y la
soledad, rechazo de la culpa y se obstaculiza y prohíbe de manera grave el acceso
de los hijos a las estirpes familiares.
Cigoli (2012), menciona un vínculo desesperante y desesperado que es el
alma de las relaciones altamente conflictivas que se manifiestan dentro de la
separación y del divorcio. El vínculo desesperante es propio de las relaciones en las
cuales las personas no pueden atravesar e ir más allá de la situación de separación,
el vínculo no puede terminar y todas las energías se orientan a mantenerlo en vida,
aún a costa de la salud y de la serenidad de las personas involucradas. El vínculo
desesperado, es propio de las relaciones que frente al fracaso que se registra con
la separación, necesitan cancelar al otro y su relación con él, la historia familiar y
los efectos que ella ha tenido. En éste terreno puede darse lo que Richard Gardner
denominó Síndrome de Alienación Parental (Gardner 1985).
El síndrome de alienación parental.
Gennari et al. (2014), explican por qué el modelo relacional no comparte la
descripción y el estudio del SAP, de Gardner, no porque los clínicos no encuentren
la interrupción de las relaciones entre uno de los padres y sus hijos como producto
del divorcio, sino que consideran que se trata de un planteamiento basado en una
perspectiva que considera mecanismos personales (un padre malo - responsable
vs uno alienado – no responsable, excluido y un hijo conscientemente aliado con el
primero).
Para los autores antes mencionados, solo una aproximación familiar que
considera las relaciones familiares en toda su complejidad y globalidad, puede dar
respuestas más certeras. Para Cigoli (1998, 2012), la investigación de sentido de
los vínculos familiares, de su devenir histórico y cultural y de los significados que
éstos asumen, es la perspectiva metodológica que se considera deseable para
hacer frente a las situaciones de conflicto exacerbado y de la interrupción
injustificada de la relación padre-hijo.
En éste orden de ideas el síntoma familiar descrito como SAP sería una
modalidad disfuncional de vivir las relaciones familiares, un síntoma de perversión
generacional (Cigoli, 2012) en donde es necesario conocer el sentido plausible de
la acción de alienación, qué razones la motivan y qué se proponen con ella los
miembros de la pareja y sus familias de origen. Así mismo, para Gennari et al.
(2014), el deseo de interrumpir el contacto con uno de los padres o el
comportamiento que lo denigra, no hablan de una ausencia, sino de una significativa
pero problemática presencia. Es por esto que en los casos en los cuales se puede
hablar de un SAP, es necesario contar con un conjunto de constructos y conceptos
psicológicos que nos permitan develar la naturaleza y la cualidad de los vínculos
que se manifiestan y conllevan comportamientos de corte e interrupción de las
visitas.
LA PUESTA EN JUEGO
A partir de todo lo expresado anteriormente, se deduce que el paradigma
relacional simbólico, le asigna a la mediación familiar, la función de instrumento
idóneo para el cuidado de los vínculos de pertenencia, indispensables para la salud
de las relaciones. Este recurso que se ofrece tanto en los servicios públicos como
privados, hace manifiesta una preocupación del cuerpo social, en la confrontación
con el cuerpo familiar; absuelve la necesidad de ritualidad de la pareja en el
momento de su división; es una señal visible con la cual la comunidad responde a
una necesidad de continuidad, más allá de la disolución conyugal, presente, a veces
de manera no consciente, en todos los miembros del grupo familiar (padres, hijos y
abuelos), también en esas personas que toman la iniciativa de marcharse.
Es como una señal tangible con la cual la comunidad se entromete
positivamente - con su “mensajero” - en los asuntos de la familia, reconociéndole su
función fundamental en la construcción de la identidad de sus miembros,
permitiéndole desarrollar su función generadora, aún a través del esfuerzo y del
sufrimiento del divorcio. Es importante subrayar que en el sufrimiento propio de esta
transición, no se debe intercambiar el dolor y el sentido de pérdida como una
incapacidad, irresponsabilidad o patología. El mediador introduce la voz de la
continuidad de los vínculos familiares, junto con la libertad de elección, enfatizada
por el sistema jurídico y cultural, de este modo, la mediación familiar puede verse
como un recurso para las familias puestas a prueba por el evento paranormativo de
la separación, en cuanto facilita la superación de la “crisis” justamente por la fuerza
de los vínculos intergeneracionales. Estos son los riesgos, pero como tales pueden
girarse y llevar a la familia hacia una nueva organización relacional, respetuosa de
las diferencias sexuales, de generaciones y de estirpes.
Con muchos mediadores, se comparte el objetivo de la mediación como una
ocasión para tomar el camino del reconocimiento de la cuota de responsabilidad en
cabeza de cada uno de los padres, del reconocimiento del valor del otro y como un
“nuevo momento público”, ritualizado socialmente, como se afirmó antes, en el cual
ponerse de acuerdo sobre el modo de desarrollar el compartir, la difícil tarea del
intercambio de dones entre las generaciones.
El papel del mediador
En el modelo relacional simbólico, el mediador juega un papel inspirado en la
valoración de los vínculos entre las generaciones y entre las estirpes, por tal razón,
dedica mucho tiempo y espacio a la exploración de la naturaleza de los vínculos
entre padres e hijos, entre hijos y abuelos, entre estirpe materna y estirpe paterna,
utilizando también instrumentos gráfico-simbólicos del equipo metodológico que
proviene de la investigación o de la terapia de pareja. El mediador (a menudo
trabajando con un colega) le suministra un espacio a las personas para “mover la
mente” como dice Cigoli (2003), para prefigurar con los padres y con las madres,
escenarios futuros alrededor de los posibles fines del pacto y en las diferentes
modalidades, para poner a salvo el vínculo.
Además, dado que el objeto de la negociación son todos los bienes
familiares, hijos y patrimonio mueble e inmueble, su papel lo jugará haciendo que
los presentes expliciten el significado simbólico de los mismos. Interpelará a fondo
a los padres sobre el sentido que le atribuyen tanto a las relaciones que se juegan,
como a las “cosas” alrededor de las cuales se construye el conflicto con todo su
valor dinámico (la casa, el mobiliario, los lugares en donde los niños pasan las
vacaciones, las personas presentes en las acciones rituales, etc.)
La Mediación tiene un tiempo preliminar en donde el mediador se encuentra
con los miembros de la pareja, que sirve para orientar sus intervenciones a favor de
la familia y para evaluar si los miembros de la pareja disponen de recursos para la
mediación, teniendo en cuenta que para negociar es necesario reconocer la
presencia del otro (no es un objeto) y así mismo reconocer el vínculo con ese otro.
Una prefiguración de aquellos que serán los temas más calurosos y los
resultados futuros, será hecha por un mediador experimentado, desde los primeros
momentos del encuentro, sin embargo, cualquiera que sea el resultado posible, se
le ofrece a cada uno la posibilidad de completar el trayecto que es factible para él,
de “transitar” por la mediación, para acceder a una nueva organización familiar, pero
también a un lugar más congruente en donde continuar la obra emprendida.
La consultoría técnica de oficio
Como ya se dijo antes, la Consultoría Técnica de Oficio (CTO) realizada en
Italia, se define como “Un proceso evaluador de la situación familiar que debe
ofrecer al juez, elementos de conocimiento y de comprensión, útiles para decidir
respecto a la reglamentación de la crianza de los hijos, según el preminente interés
de los hijos” (páginas 40 y 41). Operativamente se trata de responder a las
preguntas que el juez le hace al consultor, partiendo de la base de competencias
que el juez no posee y que hacen necesario para él, el uso de éste recurso. Las
preguntas son formuladas por el juez pero el consultor decide cómo debe realizar la
evaluación.
La visión relacional y generacional como modelo teórico en la CTO es
innovadora y aún minoritaria, concibe la parentalidad como una “función triangular
integrada”, que se realiza en la interrelación sistémica entre los dos padres y el hijo
e identifica en el vínculo de la pareja y de su ubicación dentro de una historia
generacional y de estirpes, una de las dimensiones cruciales de la parentalidad y
concretamente el ámbito en el cual se desencadenan los obstáculos que ella
encuentra en la difícil transición de la separación y del divorcio.
Quien trabaja en las situaciones de separación y divorcio, encuentra el dolor
difuso y masivo que puede hacer nacer el divorcio en los miembros de la pareja y
en su relación. Ésta es una aparente paradoja si pensamos que cuando se toma la
decisión de la separación se pretende deshacer una relación problemática y de
sufrimiento. Desde el modelo relacional es imposible finalizar un vínculo, por el
contrario es necesario transformar, resignificar, modificar, dar nueva forma a los
mismos. La tarea entonces, consiste en deshacer el pacto en su forma conyugal
pero mantener vivo y en operación el vínculo que, como base de la salud mental
propia, del otro cónyuge y de los hijos, no puede ser cancelado.
Resignificar, en el proceso de divorcio, significa que la pareja debe realizar
un balance de su vínculo a través de dos operaciones complementarias: Por una
parte están llamados a asumir responsabilidades específicas – exactamente
identificadas y nominadas – no asumidas de manera genérica o hipócrita
(responsabilidad al 50%-50%). Por otra parte se debe reconocer todo lo bueno que
se ha recibido del otro y del vínculo (sin incluir los hijos). Esta es la tarea que permite
transformar el vínculo conyugal en vínculo parental y a ambos cónyuges continuar
su desarrollo.
CONCLUSIONES
Con lo anteriormente expuesto es posible reconocer la importancia de esta
propuesta de la mediación familiar y comunitaria así como de la CTO, que surge
desde el área de la Psicología y no desde el derecho. Esto tiene profundas
implicaciones en muchos niveles porque significa, entre otras cosas, el
reconocimiento de que detrás de los bienes familiares y comunitarios, existen
necesidades que los superan y todo un sistema de valores, creencias, tensiones,
pactos, etc., que provienen de lugares que no es posible ignorar si se desea,
primero, lograr acuerdos permanentes y segundo, proteger los vínculos y la
afiliación, manteniendo o restaurando la confianza, la esperanza y la justicia, para
continuar generando positivamente y en un sentido amplio, desde lo personal, lo
familiar y lo social.
Hemos tratado especialmente lo que se refiere a la familia porque todo lo que
allí se presenta, determina, es determinado y se refleja en lo comunitario y es
importante conectar todo esto para entender la ruptura de los vínculos, la falta de
capacidad para generar y la dificultad para resolver los conflictos, que hoy nos
caracteriza como sociedad.
En síntesis, podemos confirmar dos elementos fundamentales: a) que la
mediación como proceso extrajudicial, vale la pena para todos, adultos y menores
comprometidos en la escena del divorcio y que no se trata sólo de una vía que
beneficia a los hijos; b) que ser padre ya no es un hecho natural y que después de
la separación, aquello que antes se hacía instintivamente, necesita en cambio,
mucha más conciencia y reflexión personal y de pareja, razón por la cual es
oportuno, ofrecer a padre y madre un tiempo y un espacio para comenzar a resolver
dentro de un “trayecto protegido”, esta nueva tarea vital para sí mismo y para los
otros.
Referencias
Boszormenyi-Nagy, I., Spark, G. (1983). Lealtades invisibles. Buenos Aires:
Amorrortu.
Cigoli, V. (2012). El árbol de la descendencia. Clínica de los cuerpos familiares.
Barcelona: Herder.
Cigoli, V. & Scabini, E. (2007). La mediación familiar: el horizonte relacional -
simbólico. En: M. I. González (editora) (2007). El cuidado de los vínculos.
Mediación familiar y comunitaria (pags. 28 a 68). Bogotá: Editorial de la
Universidad del Rosario.
Gennari, M., Mombelli, M., Pappalardo, L., Tamanza, G. & Tonellato, L. (2014). La
consulenza tecnica familiare nei procedimenti di separazione e divorzio.
Milano: FrancoAngeli.
González, M.I. (ed.) (2007). El cuidado de los vínculos. Mediación familiar y
comunitaria. Bogotá: Editorial de la Universidad del Rosario.
González, M. I. (2008). Mediación y cuidado de los vínculos familiares y sociales.
En Memorias del tercer congreso internacional de ciencias sociales –
metodologías para el diálogo social. Bucaramanga: Universidad Pontifica
Bolivariana.
Tapias, A.C., Sánchez, L.A., Torres, S.T. (2013). Reconocimiento de indicadores de
alienación parental en operadores de justicia en Bogotá: Revista Suma
Psicológica, 20(1), 111-120.