top of page

EL NOMBRE, UNO DE LOS PRIMEROS OBSEQUIOS DE AQUELLOS QUE EN
ESTE MUNDO NOS AGUARDAN

Hace algunos días, antes de que tuviera que escribir sobre la importancia del nombre en
la vida de los seres humanos, una persona adulta por quien tengo especial afecto, me
llamó para contarme que se encontraba realizando los trámites legales para cambiar su
nombre. Al principio no comprendí lo que pretendía. Tiene un nombre bonito y lo ha
llevado durante treinta años. Nunca antes me di cuenta, ni sospeché siquiera, que no le
agradaba.


A partir de la explicación que recibí sobre su propósito, me hice muchas reflexiones.
Ella dice que se llama como su mamá, a quien todos han considerado siempre un ser
humano excepcional y casi perfecto y además nació pocos años después de la muerte
trágica de una hermana que contaba con escasos tres años de edad cuando falleció y de
quien recibió el mismo nombre como herencia. “Llamarme Consuelo no es ninguna
gracia para mi, me dijo mi amiga, es una cruz que no puedo soportar durante más
tiempo”.


Tal vez, esta persona en particular, necesite un trabajo interno más largo, profundo y
dispendioso que un trámite legal para entender que en sus treinta años, ha hecho de si
misma una construcción independiente, y para aprender a quererse y a aceptarse a si
misma tal como es, y quitarse la pesada carga de ser tan perfecta como la madre o de
alcanzar la imagen ideal de una niña que falleció a los tres años, dejando un vacío en la
familia, que como una ilusión, los padres pretendieron llenar con ella.


Quienes buscan en este libro el nombre para alguien que pronto va a llegar pueden evitar
tan tristes errores y ayudar a construir una vida hermosa que con la singularidad de un
nombre, apenas va a comenzar.


¿QUÉ SIGNIFICA TENER UN NOMBRE?

La nuestra, al igual que otras lenguas, clasifica los nombres entre comunes y propios.
Por el nombre común, podemos decir que somos seres humanos, europeos o
americanos, italianos, mejicanos o colombianos. El nombre propio es el que designa a
un ser dándole una individualidad. En esto radica su importancia, en medio de millones
de seres humanos, de americanos o colombianos, el nombre propio nos permite existir
como seres únicos y diferenciarnos de los demás.


Tener un nombre es tan importante que hoy en día, todas las sociedades e instituciones
lo reconocen y establecen como un derecho de todo ser humano. Aún en antiguas
épocas, se destacaba la individualidad de las personas concediéndoles un nombre que
les permitiera establecer su diferencia con otros. Para culturas antiguas como los
griegos, romanos o germanos, el nombre era una palabra que destacaba un rasgo físico o
moral, la profesión o el oficio de quien lo llevaba, Claudus - cojo, Georgios - agricultor
o Karl - hombre fuerte, por ejemplo. Cuando dos personas tenían el mismo nombre le
agregaban al primero la ciudad de origen, para que fuesen diferentes, como los griegos
Zenón de Sidón y Zenón de Elea. Otros como Parménides, derivaron su nombre del de
su padre, Parmeno.


Lo cierto es que muchos de los nombres que usamos hoy en día provienen de tales
épocas y aunque hasta ahora vayamos a conocer el significado de muchos de ellos,
tienen el mismo fin que en ese entonces. Con el primer nombre se nos hace diferentes y
con el apellido se nos recuerda cuáles son nuestros antepasados, de dónde venimos,
quiénes estuvieron antes que nosotros y cuál es la cultura que nos acoge en el momento
mismo del nacimiento.


EL NOMBRE CRECE CON EL DUEÑO


En el momento de la concepción se unen dos células, una masculina y otra femenina que
recibirán albergue en el útero materno. Podríamos decir que son dos seres en uno sólo,
madre e hijo unidos íntimamente.


El nacimiento marca el primer paso para una separación que se irá dando poco a poco,
porque aún durante los primeros meses de la vida, la madre hace parte del bebé y él no
logra concebirse separado de ella. La maduración a través de la cual el niño o la niña,
adquiere procesos de pensamiento más complejos, le permitirá, más tarde, verse a si
mismo como un ser único, independiente y diferente, pero para entonces, ya traerá en su
interior, imágenes que han sido formadas a través de los estrechos lazos que lo unieron
con sus padres, especialmente con la madre.


Todo esto quiere decir que el primer significado que tiene un nombre, proviene de las
experiencias, expectativas, sentimientos y deseos que los padres tienen sobre los hijos.
Se encuentra primero en la mente de los padres como una idea y no como una realidad,
pero se transmite al hijo a través de la estrecha relación que los une. Es el principio de
un vínculo muy importante entre padres e hijos, fundamental para el desarrollo afectivo
de un ser humano.


En algunos lugares del campo, tienen por costumbre llamar “gracia” al nombre de una
persona. Pensándolo bien es un sinónimo con mucho sentido común. Cuando se asignan
nombres que se refieren a cualidades, tales como Elena, que significa luz, o María que
significa la elegida, en realidad estamos regalando buenos deseos para el nuevo ser que
llega a la vida, así como en los cuentos solían hacerlo las hadas para las princesas a
quienes dotaban de belleza, virtud, bondad o inteligencia.


Con el transcurso del tiempo, el crecimiento y la educación, los seres humanos van
realizando una construcción de si mismos, propia y muy particular, vista por ellos desde
adentro, como autoimágen y a la vez proyectada hacia fuera, para que otros puedan
verla, total o parcialmente. Puedo decir que cuando Consuelo, me participó sobre el
deseo que tenía de cambiar su nombre, me sentí muy impresionada, puesto que la
sensación de reemplazo de la madre o de la hermana muerta, la tiene ella en su interior,
para mi sólo existe esta Consuelo que es mi amiga, y cuando a mi me mencionan ese
nombre, yo puedo recordarla, sin necesidad de tenerla en frente. En realidad, sería difícil
para mi pensar en ella, llamándola de otro modo.


ALGUNAS RECOMENDACIONES PARA QUIENES BUSCAN UN NOMBRE


Generalmente se dedica tiempo a la búsqueda del nombre para un niño o niña importante para nosotros, y es usual que dentro de las familias o con los amigos más cercanos, se discuta sobre la conveniencia de los mismos. Si este es el caso, tal vez sea bueno considerar algunas sugerencias que le podrán ayudar para cumplir este propósito de la mejor manera posible.


Existe una tendencia bastante común a colocar a los hijos los nombres de personas
cercanas, que por alguna razón se constituyen en un modelo para los padres. El nombre
de los abuelos o aún el de los padres mismos. No podemos generalizar y afirmar que sea
un problema para todos aquellos que hoy se encuentran en este caso, pero tal vez vale la
pena dar la oportunidad al hijo de construir una imagen fresca y novedosa de si mismo,
guiada por valores que le son propios, y a los dueños originales del nombre, a quienes
admiramos, la posibilidad de tener imperfecciones, como todos los seres humanos.


Consideremos nombres en nuestro idioma, que provengan de nuestra cultura y sean
comprendidos dentro de ella. La exclusividad proviene del sí mismo y los nombres raros
no son una garantía de reconocimiento. Por el contrario, personas poseedoras de
nombres que hacen reír a los otros o que causan desconcierto, tratan de esconderse de
los demás para no ser lastimadas por ellos.


Al encontrar un nombre, para nuestro niño o niña, es bueno tratar de experimentar todos
los sentimientos que se despiertan. Placer o displacer, agrado o rechazo, ternura o
dureza, porque si bien es cierto que se ha insistido en que es la persona quien le da
forma a su nombre, no sería justo enfrentarla con los sentimientos desagradables que
nos produce la nominación y no él por sí mismo, porque tal vez, terminemos
asociándolos.


El duelo por la muerte de los seres queridos debe hacerse siempre de una manera
adecuada, hasta llegar a la aceptación de su partida. Pretender reemplazarlos con un
nuevo ser, como le ocurrió a la mamá de Consuelo, no pasa de ser una ilusión para
quien lo intenta y un daño para quien lo recibe, obligado desde su nacimiento a llevar la
vida por los caminos de la muerte.


Al encontrar el nombre que deseamos, pensemos si podemos otorgarlo a un mismo ser
en cada uno de los momentos de su vida y para cubrirlo siempre en todas sus
características y actuaciones. Esta sugerencia obedece a que en ocasiones nos
encontramos personas que poseen apelativos diferentes que dependen de los estados de
animo de quienes los rodean, un apodo por cariño, un diminutivo para consentir, un
aumentativo para insultar y el nombre para regañar o tratar asuntos serios. Por tonto que
parezca, es importante considerarlo con el fin de ayudar a quien se forma, para que
pueda lograr una verdadera integración de las diferentes facetas que componen su ser
único. Es la formación de personas con una esencia, un rostro y la variedad de acciones
que la vida les requiere.


Con estas recomendaciones, les deseo éxitos, primero en la consecución de un nombre
muy especial, así como con seguridad lo desean, para que puedan relacionarse desde
muy temprano, no con un nonato o bebé igual a miles que ahora se gestan, sino con su
hijo o hija, un ser único e irrepetible que tal vez vendrá al mundo para realizar una gran
labor, dotado con un maletín imaginario que la vida y usted van a regalarle, repleto de
instrumentos y herramientas que le serán de gran utilidad, entre ellas, su nombre.

Por María Isabel González

bottom of page