CAVILACIONES DE UN PERRO
Qué raro es el mundo. Pensaba un perro que echado en un rincón, parecía
dormitar.
Me llamo perro y cuando me insultan me dicen: perro tenías que ser.
Los hombres también utilizan mi nombre cuando quieren insultarse y la verdad
es que cuando trato de encontrar las diferencias que a él lo hacen hombre y a
mi perro, no las veo.
Pensamos igual, sólo que para expresarlo yo ladro y él habla . Tengo una
ventaja. Él no entiende lo que yo ladro pero por su expresión y su voz, yo si
entiendo lo que él dice.
Siempre sé cuando mi amo está enojado, pero él sabe si yo lo estoy
únicamente cuando lo muerdo.
Sólo sabe decir el muy tonto: perro que ladra no muerde.
Y cree conocerme bien...
Sonreía el perro.
Si hago cuentas, más ventajas me encuentro.
!Qué ironía! y tan importante que se siente...
Tengo el gobierno de algunos hombres que se creen mis dueños y a la hora de
la verdad, por pura política les obedezco.
Pero ellos...ellos tienen que obedecer el mandato de montones de hombres y
peor aún, tienen que doblegar su orgullo sin ser perros y hacer lo que se les
manda.
Sé como delimitar mi territorio, mis dominios y sólo un perro nuevo o uno tonto,
se atreven a traspasarlos. En ese caso, muestro mis dientes y salen corriendo.
Pero en el hombre....!qué cosa diferente!
Delimitan su territorio y sutilmente otros empiezan a invadirlo. Veo como el
invadido se hace el tonto y de pronto...!PUM!, balas que van y vienen.
Cómo se ufana de ser inteligente y a la hora de la verdad, su inteligencia se
vuelve contra él.
Invasor e invadido desaparecen casi siempre y un tercero entra a tomar
posesión.
Se casan una vez y me critican porque tengo muchas perras.
!Qué risa!
Ellos también.
Una cualidad tengo...
Soy fiel a quien me da de comer.
Pero ¿ellos?
Ni a si mismos se guardan fidelidad.
Hablan, se ríen y vuelven a reír y cuando el otro da la vuelta... Seguro que algo
le pasa.
Debería sugerirles caminar de espaldas. Si pudiera lo haría...!Por el Gran Perro
que sí!
Por muchas razones cuido de mis crías y admito que pienso que al crecer van
a acompañarme. Si el hombre no decide quitármelas cuando nacen.
Pero a ellos... no los entiendo.
En ocasiones he tenido que intervenir para que mi amo suelte la oreja de su niño y pare de estrujarlo.
Claro que me meto en casos extremos, porque siempre termina descargándose conmigo.
Cuando yo me enojo, sigo malencarado por mucho rato, pero a veces él está
en una discusión acalorada, tocan el timbre y oigo que dice:
Pasen...
!Qué gusto de verlos!
Es raro el perro que abandona a sus hijos cuando aún no pueden valerse por
si mismos.
Al hombre no le importa hacerlo.
Dicen a veces que es porque no tienen con qué educarlos o darles de comer, o
simplemente porque la naturaleza obra antes del matrimonio.
No se les permite tener hijos sin que alguien les de una bendición. Cuando no
tienen esa bendición, botan la criatura al nacer o simplemente le impiden nacer.
Quién los entiende...
Lo dicho: son tan inteligentes que se enredan los pies en su poderoso cerebro.
Y ¿Qué más puede pasar cuando uno se enreda?
Pues lógico...
Se cae.
Lo que ocurre es que el hombre vive caído, pero como no es perro...no quiere
nunca admitirlo.
Muy simpático es.
se me olvidaba...
Imagínense que en su infinita misericordia para con nosotros los animales,
crearon una sociedad que nos protege. No pueden tratarnos mal. Por su bien y
por el nuestro, nos brindan atención médica y en general puede decirse que
cubren nuestras necesidades básicas. Esto para perros de clase media y baja.
Porque los otros... después veremos.
Bueno. Mi historia va a que nos protegen a nosotros y pocas, muy pocas
instituciones los protegen a ellos mismos.
!Qué tontos!
Ahora, mi promesa...
Otros hombres se sienten orgullosos cuando tienen perros elegantes, finos, de
clase.
!Ah cosas que he visto con ellos!
Tenía yo una pariente lejana, de esas que se creen mucho...Me miraba
siempre de medio lado. Pero era tan pequeñita y tan fea que apenas
alcanzaba el tamaño de un ratón.
No me explico qué le veían sus amos para quererla tanto.
Eran ellos un par de ancianos cómicos. Él apenas si podía caminar y creo que
de tanto mirar a mi pariente se quedó jorobado. Ella...algo realmente especial:
pelo encrespado y morado; gorda, gorda; voz horriblemente chillona,
pero...especialmente cariñosa con su perrita:
Luluuuu...¿Dónde te has metido pequeña pícara?
Decía con frecuencia.
Envidia sí me daban los festines que tenía esa maldita. Carne fresca cada día
a mañana y tarde para que no se engordara la ratona y nunca tuvo que probar
los sobrados que a mi me dan.
Un vestido hecho especialmente para ella la cubría del frío y no faltaba cada
semana la visita al peluquero, amen de las idas periódicas donde un afamado
veterinario.
El par de ancianos tenían un hijo ya mayor. Después de casarse, el muy tonto
no hizo lo que ellos llaman planificación familiar.
Ajá, por raro que suene.
Se trata de no traer perritos, perdón, niños a este mundo, si no se pueden
mantener.
Bien, el caso es que como no se cuidaron, tuvieron once perritos, perdón
nuevamente...hijitos.
Eran tantos que los pobres padres no podían darle lo mejor a todos, de manera
que nunca comieron ellos, ni la mitad de lo que comió mi bella pariente a quien
cada día se veía más "preciosa" y saludable.
Cuando los nietos iban a visitar a sus abuelos, se veía algo así:
( ) ( ) ( ) l l l l l l l l l l l
Mimos y caricias para Lulú y gritos y órdenes para los nietos.
Pobres nietos....
Creo que nunca entendieron por qué.
Pero, ¿saben ustedes cuál es el final de esta historia?
La anciana gorda murió, el esposo y Lulú también murieron de tristeza y si
vieran cómo se rieron los nietos.
En realidad disfrutaron mucho la pequeña herencia que les dejó la perra.
Perdón....
La señora.
También he oído que hay un cementerio para perros elegantes, con epitafios
llenos de agradecimientos y todo... y miren, oí en las noticias de mi amo que en
un hospital se negaron a entregar a los padres el cadáver de un niño, porque
no pagaron lo que hicieron para que se muriera.
¿Ustedes entienden?
Tal vez por ser perro, no lo entiendo yo.
No quiero cansarme pensando mucho.
A lo mejor hasta me hace daño como a ellos, pero tengo otra historia simpática
para recordar...
Hace unos años unos señores que llaman...
¿Cómo es?
No. No recuerdo.
Bueno, eso es lo de menos.
Unos señores llegaron a una fiesta en donde había mucha gente. Pero no
llegaron como invitados. Iban armados hasta los dientes y dijeron que hasta
que no les dieran lo que ellos querían, no dejaban salir la gente que estaba en
esa fiesta y que si no accedían a sus peticiones, los mataban.
En el patio de esa casa había dos perros enormes. Perros que se han
caracterizado por comer en exceso.
Nadie podía entrar ni salir de la casa.
Esto quiero que lo oigan bien:
Los que estaban afuera se sentían curiosos por lo que pasaba adentro, pero
solo eso, curiosos.
Al mismo tiempo, se produjo un comunicado de esos señores que se
preocupan por cuidar a los animales, protestando porque los enormes perros
del jardín se encontraban en grave peligro de perder la vida.
Cómico. ¿No?
!Ah!, qué hombres estos...
La semana pasada salí de casa para darme un paseito.
Era ya de noche.
Mi amo había llegado de mal genio, así que antes de que las emprendiera
contra mí, salí a respirar el aire puro.
Llegué de pronto a una enorme avenida llena de carros que pasaban a
velocidades increíbles.
Intenté pasar al otro lado, pero no pude porque muy inteligentemente, los
hombres, pusieron una alta valla que bordeaba la avenida, con el fin de evitar
los accidentes.
Pronto, me encontré con unas escaleras. Al mirar hacía donde me llevarían ,
me di cuenta que por ellas se llegaba a un puente construido para que las
personas no tuvieran que atravesar la calle, sino que pudieran pasar por
encima de ella. Como aún quería yo ir al otro lado, me decidí a subir las
escaleras y cuando iba en la mitad del puente oí un chillido terrible...
Un carro había atropellado a un hombre...
¿Cómo ocurrió?
Este fue su último pensamiento antes de quedarse profundamente dormido...
Como usted es, seguramente, un hombre inteligente, es posible que pierda el
sueño cuando lea sobre las cavilaciones de éste nuestro perro.
Por María Isabel González