Acerca de mi:
Mi nombre es María Isabel González. Nací en Medellín en 1955 pero he vivido durante muchos años en la ciudad de Bogotá, aquí estudié, nacieron 3 de mis 4 hijos y he trabajado siempre.
Estudié Psicología en la Universidad Javeriana y desde que egresé en 1979 trabajé como terapeuta infantil, como se hacía en ese tiempo, no con estudios de posgrado sino con la supervisión directa de profesionales avezados que se dedicaban a ello. Realicé estudios de Maestría en Literatura Latinoamericana en la misma Universidad, pero no me gradué porque fui a vivir en la ciudad de Roma en donde conocí al Profesor Maurizio Andolfi, un terapeuta de familia que me admitió en su academia de formación, en una situación ideal que me permitía aprovechar toda la experiencia obtenida en el trabajo con niños, incluidos ahora dentro de un contexto familiar.

Es así como me gradué como terapeuta familiar en la Accademia di Psicoterapia della Famiglia di Roma y al regresar al país, ingresé a la Universidad del Rosario para fundar el Programa de Psicología que bajo mi dirección cumplió 10 años de funcionamiento en 2016, con acreditación de alta calidad y una población estudiantil de casi 500 estudiantes y más de 100 egresados. En 2008 me gradué como Mediadora Familiar y Comunitaria de la Universitá Cattolica del sacro Cuore de Milán y en 2013 como doctora en Psicologia Sociale de la Universitá degli Studi di Bologna, también en Italia. En 2021 obtuve el título de Maestría en Narrativa en la Escuela de Escritores de Madrid.
Es así como durante todos estos años he trabajado como terapeuta y como docente, tanto en Colombia como en Italia y Madrid. Crear el Programa de Psicología de la Universidad del Rosario fue un regalo de la vida, que con ello me permitió idear un programa de formación para psicólogos sensibles y conscientes de la importancia de su tarea en un mundo difícil y complicado como este.
Es común que cuando alguien muere u ocurre un accidente, quienes lo viven o presencian piensen cómo sería si hubiesen llegado antes y qué hubieran podido hacer para evitarlo. Pues bien, trabajar con el dolor humano, con el dolor de los niños, me llevó siempre a pensar, cómo podía llegar a esas personas instantes antes de que se ocasionara ese dolor, que yo sabía que podía evitarse actuando o pensando de distinta manera frente a cada circunstancia, si se cuenta con herramientas suficientes para hacerlo. No podía solo sentarme en mi consultorio a escuchar a unos cuantos de manera individual.
Trabajé entonces con la Asociación Afecto contra el maltrato infantil y lideré y participé en una gran campaña que se llevó a cabo en Colombia en 1996, para la promoción del Buen Trato. Distinto a la psiquiatría que cura los daños causados por el maltrato a los niños, con la campaña pretendimos evitarlo y no solo eso, sino promover relaciones sanas que ayudaran a los niños a crecer en las mejores condiciones y a los adultos a ser mejores seres humanos.
Desde que empecé el trabajo como terapeuta, eché mano de los cuentos infantiles con los que yo fui criada por mis padres y que leí a mis hijos durante su infancia, como una potente herramienta que me permitía interactuar con ellos y al mismo tiempo usar un lenguaje metafórico que nos permitiera comunicarnos. ¿Qué le hizo falta a Blanca Nieves en la vida? Le pregunté a un niño. “Un padre que la protegiera”, me respondió. Seguí este hilo que él me lanzó y encontré una situación de abuso del que estaba siendo objeto y que la madre ignoraba.
Aprendí a escribir cuentos para mis pequeños pacientes como una forma de hablar con ellos y así mismo a utilizar los cuentos clásicos que tratan los temas centrales de los humanos, tales como la vida, la muerte, la pérdida, el juicio social, la desigualdad o la diferencia, comunes a todos los humanos que sufrimos y gozamos la vida. Enseñé a los maestros cómo utilizarlos y yo lo hice igualmente con adultos. Es un lenguaje maravillosamente universal que le permite a cada uno comprender lo que necesita para su vida en un momento particular de la misma.
La imagen del Convenio del Buen Trato se llamó “Alejo el ángel del buen trato”, un cuento de mi autoría que contenía un decálogo, diez puntos básicos y elementales para generar buen trato. También escribí para la Asociación Afecto “La cinta de seda”, un cuento que pretende la vinculación afectiva con el padre, como una forma de evitar el maltrato y “La bolsa de los suspiros”, con el mismo propósito.
También en 1996 se publicó el libro “Cuentos para niños grandes”, cuentos para adultos con la forma de cuentos infantiles que facilitan su recibo por parte de los mismos y que pretenden hacerlos pensar, sobre el sentido de la vida, sobre la educación o sobre el maltrato, entre otros. Otro libro publicado se llama “Catalina la ranita que no se dormía temprano”, para aquellos niños que pretenden ser rápidamente adultos. Después, participé en un proyecto psicosocial de la Universidad del Norte en Barranquilla, llamado Pisotón, con varios cuentos usados para: la prevención de desastres, la nutrición, la aceptación de las diferencias, la pobreza o la disolución de la familia, entre otros.
Igualmente, dentro de mi trabajo como docente, he utilizado los cuentos como un recurso muy valioso para un aprendizaje que trasciende lo académico. Mis estudiantes de “Entrevista”, eligen un personaje de cuento con quien trabajan durante todo el semestre académico, haciéndole preguntas importantes que les permiten finalmente encontrar aquello que de cada uno vive en el personaje del cuento y comprender la íntima unión de las personas en su interrelación.
Durante los años de trabajo universitario, he realizado publicaciones académicas. Paradójicamente todas ellas son las que cuentan cuando van a calificar mi trabajo. Las publicaciones no académicas que mencioné antes, tienen poca o ninguna importancia en aquel ambiente. No obstante, creo que si los profesionales y científicos, no logran poner en el lenguaje de los demás humanos sus hallazgos, de nada les sirven. Concretamente, en el caso de la Psicología, el conocimiento psicológico tiene que ser puesto al alcance de las personas, usando sus imágenes y su lenguaje, solo ello permitirá niveles superiores de crecimiento y armonía. Sólo eso nos hará mejores seres humanos.
En esta etapa de mi vida he concebido un nuevo proyecto fruto de toda la experiencia que he acumulado a través de los años. En él se sintetiza y amalgama mi conocimiento psicológico y mi gusto por la narrativa. Se llama Érase una vez y se encuentra detallado más adelante en otro apartado de esta misma página web.



